En el marco del proyecto investigación: “Bienestar/Malestar en torno al trabajo docente. Aportes para la construcción y validación de un instrumento para su evaluación de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional de Tucumán (UNT)”, venimos trabajando en equipo hace varios años en un intento de rescatar aspectos facilitadores y obstaculizadores de la práctica de los docentes que se desempeñan en el Norte Argentino.
En este contexto de pandemia tan incierto e inesperado que convoca a los investigadores de las ciencias sociales a construir conocimiento a partir de la reflexión y la investigación aplicada, no pudimos dejar de preguntarnos cómo este tipo de fenómenos impactan, concretamente, en las características que asume labor de estos actores educativos y, por defecto, en las propias representaciones que estos construyen y comparten sobre ella.
A tal fin, diseñamos un cuestionario compuesto por preguntas sobre aspectos sociodemográficos y psicosociales de los participantes, un test de evocación jerarquizada donde los docentes deben enunciar las palabras que vienen inmediatamente a su mente cuanto se les menciona el término “inductor”: “Docencia en tiempos de pandemia”, acompañado de preguntas abiertas sobre aquellos aspectos que los mismos han visto modificados favorable y desfavorablemente, de su propio ejercicio profesional, y un relato dirigido a próximas generaciones de colegas donde plasmar sus vivencias frente a esta particular coyuntura.
Considerando detalles preliminares de las características de muestra -ya que la administración del instrumento se encuentra aún vigente-, es posible reseñar que contamos actualmente con las respuestas de 160 docentes, entre 26 a 64 años, procedentes de provincias como Tucumán, Salta y Santiago del Estero. La mayoría de los sujetos corresponde al sexo femenino, se desempeña en instituciones públicas y principalmente en los niveles educativos medio y universitario.
Como tendencias generales de los resultados hasta aquí obtenidos observamos que:
Si bien los docentes han tenido que adoptar herramientas novedosas como el uso de plataformas y aulas virtuales -en la que en muchos casos se reconocen todavía no lo suficientemente formados, por lo que explicitan a partir de aquí la necesidad de una mayor capacitación por parte de quién corresponda- aparte de tener que responder a las permanentes exigencias burocrático- institucionales e inquietudes personales de los alumnos lo cual genera una situación de sobrecarga, esfuerzo, estrés y cansancio, valoran asimismo a esta experiencia como un desafío para repensar, reformular, reinventar su práctica cotidiana, una alternativa para auto-capacitarse en el manejo de recursos didácticos alternativos en un camino hacia una mayor profesionalización – sin que esto los lleve a desmerecer el incuestionable valor del intercambio presencial con los alumnos, una chance para poner en juego la capacidad de adaptación, la flexibilidad y la creatividad en el desarrollo de estrategias de enseñanza inéditas- no sin la incertidumbre acerca de la adecuación, eficiencia y llegada de las mismas – y sobre todo, una oportunidad de acompañar al alumnado no solo desde lo académico sino también desde lo humano – aun sabiendo que no todos tienen idénticas posibilidades de acceso a los canales instrumentados, situación que convoca al diseño e implementación de acciones según sea la condición de cada uno de ellos-.
Desde este lugar volvemos a confirmar como nuestros estudios anteriores lo indican de qué manera la población docente, frente a situaciones contextuales que escapan a su capacidad de previsión y control, las cuales tienen que ver con una dimensión política que nosotros denominamos su “hacer docente”-, refuerzan en una especie de giro o movimiento compensatorio, otra dimensión ontológica vinculada al denominado “ser docente”, centrada en su vocación, compromiso y entrega a los otros, en la que arraigan muy profundamente su identidad profesional.
En resumidas cuentas, los docentes sienten que, estoicos, tienen que resistir a las adversidades cotidianas, entre ellas: la falta de recursos esenciales para las clases, las malas condiciones edilicias, las inclemencias climáticas, la infranqueable distancia a los establecimientos educativos, los bajos sueldos, la violencia y desvalorización social, hoy el COVID-19, el aislamiento social y las vicisitudes que ambos conllevan en el desempeño de su rol, en este inusitado escenario- porque es de esta dura y sistemática resistencia de la que emergen resilientes, fortalecidos, heroicos, sin abandonar a quienes conciben que dependen de ellos para formarse en contenidos específicos, pero fundamentalmente en valores y virtudes; no casualmente, el origen de la palabra “docente” proviene del latín “docentis” (el que enseña) y la palabra “enseñar” del latín “insignare” (señalar), nociones que confluyen en la idea de hacer seña o indicar una dirección a seguir, una dirección que ellos experimentan más necesaria que nunca en tiempos de incertezas y tragedia como los que estamos atravesando.
Como lo ilustran las voces de algunos de los docentes encuestados dirigiéndose a las nuevas generaciones de colegas, en el siguiente relato-síntesis:
“La pandemia nos puso en una situación de crisis. Pero no existe crisis sin una posibilidad. Este impacto en la educación nos ha mostrado los límites, las ausencias, las fallas, pero también la incalculable capacidad para adaptarnos y aprender aún de los malos momentos. Lo que aprendemos hoy, será una herramienta… Es necesario el compromiso y el esfuerzo. Atravesamos por un gran desafío, que es el de enseñar a las nuevas generaciones de una nueva forma. Debemos ser conscientes de que no podemos abandonar a nuestros alumnos, son el futuro y dejarnos vencer… implicaría abandonarlos a su suerte…”.
En este contexto de pandemia tan incierto e inesperado que convoca a los investigadores de las ciencias sociales a construir conocimiento a partir de la reflexión y la investigación aplicada, no pudimos dejar de preguntarnos cómo este tipo de fenómenos impactan, concretamente, en las características que asume labor de estos actores educativos y, por defecto, en las propias representaciones que estos construyen y comparten sobre ella.
A tal fin, diseñamos un cuestionario compuesto por preguntas sobre aspectos sociodemográficos y psicosociales de los participantes, un test de evocación jerarquizada donde los docentes deben enunciar las palabras que vienen inmediatamente a su mente cuanto se les menciona el término “inductor”: “Docencia en tiempos de pandemia”, acompañado de preguntas abiertas sobre aquellos aspectos que los mismos han visto modificados favorable y desfavorablemente, de su propio ejercicio profesional, y un relato dirigido a próximas generaciones de colegas donde plasmar sus vivencias frente a esta particular coyuntura.
Considerando detalles preliminares de las características de muestra -ya que la administración del instrumento se encuentra aún vigente-, es posible reseñar que contamos actualmente con las respuestas de 160 docentes, entre 26 a 64 años, procedentes de provincias como Tucumán, Salta y Santiago del Estero. La mayoría de los sujetos corresponde al sexo femenino, se desempeña en instituciones públicas y principalmente en los niveles educativos medio y universitario.
Como tendencias generales de los resultados hasta aquí obtenidos observamos que:
Si bien los docentes han tenido que adoptar herramientas novedosas como el uso de plataformas y aulas virtuales -en la que en muchos casos se reconocen todavía no lo suficientemente formados, por lo que explicitan a partir de aquí la necesidad de una mayor capacitación por parte de quién corresponda- aparte de tener que responder a las permanentes exigencias burocrático- institucionales e inquietudes personales de los alumnos lo cual genera una situación de sobrecarga, esfuerzo, estrés y cansancio, valoran asimismo a esta experiencia como un desafío para repensar, reformular, reinventar su práctica cotidiana, una alternativa para auto-capacitarse en el manejo de recursos didácticos alternativos en un camino hacia una mayor profesionalización – sin que esto los lleve a desmerecer el incuestionable valor del intercambio presencial con los alumnos, una chance para poner en juego la capacidad de adaptación, la flexibilidad y la creatividad en el desarrollo de estrategias de enseñanza inéditas- no sin la incertidumbre acerca de la adecuación, eficiencia y llegada de las mismas – y sobre todo, una oportunidad de acompañar al alumnado no solo desde lo académico sino también desde lo humano – aun sabiendo que no todos tienen idénticas posibilidades de acceso a los canales instrumentados, situación que convoca al diseño e implementación de acciones según sea la condición de cada uno de ellos-.
Desde este lugar volvemos a confirmar como nuestros estudios anteriores lo indican de qué manera la población docente, frente a situaciones contextuales que escapan a su capacidad de previsión y control, las cuales tienen que ver con una dimensión política que nosotros denominamos su “hacer docente”-, refuerzan en una especie de giro o movimiento compensatorio, otra dimensión ontológica vinculada al denominado “ser docente”, centrada en su vocación, compromiso y entrega a los otros, en la que arraigan muy profundamente su identidad profesional.
En resumidas cuentas, los docentes sienten que, estoicos, tienen que resistir a las adversidades cotidianas, entre ellas: la falta de recursos esenciales para las clases, las malas condiciones edilicias, las inclemencias climáticas, la infranqueable distancia a los establecimientos educativos, los bajos sueldos, la violencia y desvalorización social, hoy el COVID-19, el aislamiento social y las vicisitudes que ambos conllevan en el desempeño de su rol, en este inusitado escenario- porque es de esta dura y sistemática resistencia de la que emergen resilientes, fortalecidos, heroicos, sin abandonar a quienes conciben que dependen de ellos para formarse en contenidos específicos, pero fundamentalmente en valores y virtudes; no casualmente, el origen de la palabra “docente” proviene del latín “docentis” (el que enseña) y la palabra “enseñar” del latín “insignare” (señalar), nociones que confluyen en la idea de hacer seña o indicar una dirección a seguir, una dirección que ellos experimentan más necesaria que nunca en tiempos de incertezas y tragedia como los que estamos atravesando.
Como lo ilustran las voces de algunos de los docentes encuestados dirigiéndose a las nuevas generaciones de colegas, en el siguiente relato-síntesis:
“La pandemia nos puso en una situación de crisis. Pero no existe crisis sin una posibilidad. Este impacto en la educación nos ha mostrado los límites, las ausencias, las fallas, pero también la incalculable capacidad para adaptarnos y aprender aún de los malos momentos. Lo que aprendemos hoy, será una herramienta… Es necesario el compromiso y el esfuerzo. Atravesamos por un gran desafío, que es el de enseñar a las nuevas generaciones de una nueva forma. Debemos ser conscientes de que no podemos abandonar a nuestros alumnos, son el futuro y dejarnos vencer… implicaría abandonarlos a su suerte…”.