Investigadores y naturalistas recordaron la figura de Miguel Lillo

La Universidad Nacional de Tucumán (UNT) y el mundo de la ciencia, y en especial los docentes, estudiantes, nodocentes y graduados, recordaron ayer, lunes 4 de mayo, el fallecimiento del sabio Miguel Lillo, de quien siguen sus pasos en la investigación y protección de la naturaleza.
Lillo fue un naturalista poco común: sagaz y observador en extremo; profundamente erudito y dotado de una extraordinaria vocación científica. Especializado en botánica fue, sin embargo, buen escritor al dedicarse a otras ramas de la ciencia, en particular la química y la zoología. También fue un competente fitogeógrafo.
Se dedicó a la investigación científica alternándola con la enseñanza en investigaciones públicas. Es relevante su contribución al conocimiento de los árboles de Argentina y de la familia botánica de las compuestas. Se empeñó también en la ornitología -disciplina en la cual también devino una autoridad-, la lingüística, la literatura clásica, estudiando asimismo las lenguas indígenas. Fue nombrado director del Museo de Historia Natural de la UNT y miembro de la Comisión Nacional de la flora argentina.

Algo de su biografía
Nacido en la ciudad de San Miguel de Tucumán, Miguel Lillo estudió en el Colegio Nacional de Tucumán, pero no prosiguió los estudios universitarios. Fue un típico autodidacta que se dedicó apasionadamente a diversos estudios científicos, en especial los atinentes a la naturaleza.
En 1888 publicó un interesante ensayo sobre la flora tucumana. Poco tiempo después era ayudante y discípulo de Federico Schickendantz, químico y director de la oficina Química Municipal de Tucumán; Lillo lo substituyó en tal cargo el año 189.
En 1905 publicó “Fauna Tucumana, Aves”, haciendo conocer sus descubrimientos de nuevas especies; en esa época ya poseía la mayor colección de aves de su provincia.
En 1914, la Universidad Nacional de La Plata le otorgó el título de Doctor Honoris Causa; tras enseñar química y física en el Colegio Nacional y en la Escuela Normal, desde el mismo año 1914 dio cátedra en la Universidad Nacional de Tucumán.
En 1918 se retiró del ejercicio de la docencia, si bien mantuvo el cargo honorario de director del Museo de Historia Natural de la UNT.
En el mes de diciembre de 1930, ya poco antes de morir, donó todos sus bienes a la Universidad Nacional de Tucumán. Tales bienes consistían en un amplio terreno, una considerable suma de dinero, su extensa biblioteca, su colección zoológica y su herbolario constituido por más de 20.000 ejemplares de unas 6.000 especies distintas. Con tal donación, la Universidad Nacional de Tucumán constituyó la Fundación Miguel Lillo (inaugurada en 1933).
Miguel Lillo falleció en la ciudad de San Miguel de Tucumán el 4 de mayo de 1931.



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