Por Daniela Orlandi.-
El tucumano Fernando Farfán, doctor en Ciencias Biológicas y docente de la Universidad Nacional de Tucumán (UNT), participó de la investigación española pionera en conseguir que una persona no vidente distinga formas y objetos. El equipo es liderado por Eduardo Fernández, director del Grupo de Neuroingeniería Biomédica de la Universidad Miguel Hernández de Elche (UMH).
El equipo logró hacer su primer experimento con la implementación de un ojo biónico en la paciente Bernardeta Gómez, de 57 años, que quedó ciega por una septicemia hace 16 años. Con la ayuda de un implante cerebral, resultó ser capaz de distinguir formas simples y letras.
El aparato consta de dos partes, una implantada en el cerebro, y otra sección externa. Es la primera vez que se usa un sistema como este en una persona invidente. La máquina “traduce” lo que la cámara captura en señales electrónicas que se envían, con la ayuda de un cable, a un receptor que se ha incorporado quirúrgicamente en la parte posterior del cráneo de la paciente.
Farfán dirige el Laboratorio de Investigación en Neurociencia de Tecnologías Aplicadas que depende de la Facultad de Ciencias Exactas de la UNT y del Instituto Superior de Investigaciones Biológicas. Desde hace casi diez años estudia la percepción y procesamiento de la información sensorial (tacto, visión, audición, olfato y gusto) en los seres vivos. Analiza cómo viaja esa información a través del sistema nervioso y cómo es interpretada por el cerebro.
A principios de este año, el investigador de la UNT ganó una beca del CONICET para realizar estudios en la UMH y se integró al equipo liderado por Eduardo Fernández. Su rol consistió en validar el funcionamiento del sistema desarrollado por los españoles. Pudo determinar si las respuestas de percepción proporcionadas por la paciente (Bernardeta) evocaban respuestas corticales relacionadas. Tambien analizó los registros de las señales captadas en un electroencefalograma, que es el aparato que registra la actividad del cerebro durante las pruebas.
El tucumano también colaboró en el diseño de un sistema que autoregula la intensidad de la estimulación, para que la paciente sea capaz de percibir los “fosfenos” sin necesidad de sobreestimulación. Los fosfenos son un fenómeno visual en forma de flashes o puntos luminosos. Cuando se utiliza demasiada estimulación se afecta la resolución espacial de los fosfenos y las formas se perciben menos como definidas.
El docente de la UNT comentó que los diseños logrados serán aplicados a un nuevo paciente en enero o febrero de 2022, porque ya concluyeron los ensayos con Bernardeta. “La única herramienta que tenemos para diseñar/optimizar los próximos protocolos son los registros electrofisiológicos que se realizaron en Berna”, explica.
Farfán asegura que en Tucumán existe un enorme potencial en recursos humanos para realizar investigaciones similares a la de España. “Pero el instrumental utilizado para esos estudios es muy caro; por ejemplo, cada electrodo implantado a Berna cuesta entre 800 y 1.500 euros (más un costo adicional para aumentar los procesos de biocompatibilidad). Los equipos utilizados para registrar y estimular son carísimos, cuestan alrededor de los 500.000 euros”, citó.
El docente está convencido de que la interpretación de las señales en los ensayos, el procesamiento de la información y los protocolos de validación podrían diseñarse y evaluarse en nuestra provincia. Y consideró clave la cooperación científica con diferentes grupos de investigación -como el de España-, que están a la vanguardia del conocimiento y que pueden aportar al crecimiento de la ciencia local.
La imagen es del grupo de trabajo que desarrolla esta investigación en España.