Por Daniela Orlandi
Un grupo de investigadores de la Universidad Miguel Hernández (UMH) de Elche, España, en colaboración con el investigador tucumano Fernando Farfán —docente de la Facultad de Ciencias Exactas y Tecnología de la Universidad Nacional de Tucumán—, logró un nuevo avance en el desarrollo de las neuroprótesis visuales, una tecnología experimental que busca restaurar la visión en personas ciegas mediante impulsos eléctricos dirigidos al cerebro.
El grupo de Neuroingeniería de la UMH es liderado por Eduardo Fernández y publicó el trabajo en la prestigiosa revista científica “Cerebral Cortex”. Se centró en analizar cómo el cerebro humano se adapta a esta forma artificial de percepción visual. El estudio representa un paso importante hacia la comprensión de los procesos cerebrales que acompañan el uso de tecnología implantada para restaurar la visión.

El equipo de Neuroingeniería de la Universidad Miguel Hernández junto al tucumano Fernando Farfán
¿Cómo funciona esta tecnología?
Los investigadores implantaron una matriz de microelectrodos en la corteza visual de dos personas ciegas. Esta prótesis permite generar fosfenos —percepciones luminosas— estimulando el cerebro de forma directa, para que la persona reciba señales visuales artificiales. El grupo ya realizó una prueba exitosa con la implantación de una neuroprótesis visual a una mujer ciega en 2021, dónde también trabajó el tucumano, y la noticia se publicó en los medios periodísticos de distintas partes del mundo.
Fernando Farfán explicó que su rol fue realizar la validación electrofisiológica, es decir, observar lo que sucede a nivel cerebral cuando las personas ciegas interactúan con esta tecnología. “La gran pregunta que intentamos responder es si el cerebro logra volver a procesar esos fosfenos como información visual real, luego de años de ceguera”, explicó.
El cerebro en acción
Durante varios meses, se registró la actividad cerebral de los participantes utilizando electroencefalografía (EEG). Esto permitió observar cómo las conexiones neuronales se modificaban progresivamente tras el uso del implante. “Los cambios no fueron iguales en ambos pacientes. Uno mostró modificaciones en frecuencias cerebrales bajas y otro en frecuencias más altas. Esto sugiere que cada cerebro se adapta de manera única, dependiendo de factores como la edad, el tiempo de ceguera o el entrenamiento previo”, comentó Farfán en diálogo con Medios UNT.

Fernando Farfán, docente de la FACET, en la UMH de Elche (España)
Además, observaron una reducción de la conectividad global en ambos casos con el paso del tiempo. “Inicialmente, la actividad cerebral fue intensa. Luego, se volvió más localizada, como si el cerebro aprendiera a procesar esta información artificial de forma más eficiente”, agregó Farfán.
Una oportunidad para la neurorehabilitación
El estudio ofrece nuevas pistas sobre la plasticidad cerebral, es decir, la capacidad del cerebro para adaptarse y reorganizarse ante estímulos novedosos. “Comprender cómo el cerebro responde a la estimulación eléctrica no solo mejora las neuroprótesis visuales. También puede abrir nuevas estrategias de rehabilitación para pacientes con enfermedades como Parkinson, Alzheimer o aquellos que hayan sufrido accidentes cerebrovasculares”, remarcó el investigador tucumano.
Los autores del trabajo destacaron la importancia de diseñar tecnologías sensoriales personalizadas y acompañarlas con programas de rehabilitación cognitiva adaptativa, que potencien la adaptación del cerebro a los nuevos dispositivos. “No se trata solo de perfeccionar los implantes. El verdadero desafío está en acompañar su uso con estrategias de rehabilitación que ayuden al cerebro a interpretar mejor la nueva información”, concluyeron.
El artículo completo está disponible en https://academic.oup.com/cercor/article-abstract/35/4/bhaf075/8104078?redirectedFrom=fulltext