A los múltiples abordajes que la historia viene ensayando sobre la crisis que derivó en el cierre de ingenios en 1966 se suma un nuevo aporte: “Los pueblos azucareros frente al colapso”. El libro, fruto de las investigaciones de un equipo coordinado por la doctora María Celia Bravo, propone un enfoque diferente. Partiendo de la experiencia vivida en torno a tres fábricas -Santa Ana, San Pablo y Bella Vista- van surgiendo los grandes temas de un fenómeno que -al decir de Bravo- suele tratarse de forma generalizada y simplista. En este caso el desafío fue encontrar las causas y consecuencias de la crisis adentrándose en el entramado de relaciones que une al ingenio con la organización social configurada alrededor.
Los casos elegidos son emblemáticos porque muestran lo complejo y diverso del fenómeno. Así como en Santa Ana las pugnas intestinas conspiraron contra la conformación de un frente común en pos de la salvación de la fábrica, en Bella Vista se dio el caso inverso: el pueblo unido se movilizó y fue clave para que el ingenio no cerrara. San Pablo, en tanto, sobrevivió al mazazo del 66, pero el proyecto empresarial no prosperó en el tiempo y a principios de la década del 90 el ingenio bajó la persiana. De estas diferencias en las respuestas que los pueblos azucareros fueron brindando se nutren los cuatro capítulos del libro.
Ignacio Sánchez trabajó sobre el declive del Santa Ana y analiza las divisiones sindicales y la conflictividad durante el período 1963-1966, mientras que Florencia Gutiérrez y Lucía Santos
Lepera se focalizan en las protestas de 1968 en San Pablo, en las que confluyeron obreros de la fábrica con los curas párrocos. El caso de Bella Vista se desarrolla en dos capítulos. Por un lado, Leandro Lichtmajer explora el asociacionismo, la política y las formas de protesta entre 1943 y 1968, en tanto que Bravo se ocupa de la Comisión Pro Defensa de Bella Vista y su lucha comunitaria en los tiempos de la dictadura de Juan Carlos Onganía.
En detalle
“¿A qué se denomina pueblo azucarero? -se preguntan los autores-. ¿Es el espacio de pertenencia de la empresa, entendido además como lugar de habitación de propietarios, empleados y obreros, o también comprende el territorio no controlado por la empresa, donde se ubican las instituciones cívicas, las casas comerciales, las viviendas de vecinos o profesionales? Por lo general, la historiografía identificó los pueblos azucareros con la fábrica, los espacios de vivienda provistos por la patronal. Esta mirada desdibujó la preocupación por la villa cívica que creció al influjo de la producción azucarera, no necesariamente controlada por las administraciones de los ingenios. Avanzar en estas consideraciones nos ayuda a reconstruir la complejidad de los distintos pueblos azucareros de Tucumán, examinar las relaciones sociales y la incidencia de la política local en la ampliación de la autonomía de esos pueblos azucareros durante mediados del siglo XX”.
Destacan los historiadores que todavía resta conocer en profundidas la complejidad del colapso económico y social derivado de la crisis del azúcar. “En este libro presentamos nuevas investigaciones que adoptan la perspectiva local -señalan-. Los resultados revelan la riqueza de este enfoque centrado en las posiciones adoptadas por los trabajadores de los ingenios y por los diferentes sectores sociales que habitaban en los pueblos, amenazados por la política de la patronal y la debacle económica de las fábricas”.
“Los diferentes capítulos -agregan- revelan que la política azucarera generó acciones colectivas diversas en los pueblos azucareros, en función de su morfología social y económica y de la situación financiera de los ingenios. En síntesis: las investigaciones ponen de relieve la complejidad de los efectos sociales, económicos y políticos generados por el colapso del modo de producción azucarero en Tucumán. En ese escenario, el cierre de ingenios constituye uno de los aspectos más dramáticos. Se trata de pesquisas necesarias para comprender un punto de inflexión de la historia tucumana, cuyas profundas heridas se mantienen abiertas”.
La publicación: participantes y detalles del proyecto
“Los pueblos azucareros frente al colapso” se publicó en el marco de un proyecto de investigación del Instituto Superior de Estudios Sociales (ISES-Conicet) y por medio de editorial Teseo. Lleva en la portada una obra de Adrián Sosa llamada “Horas y espadas”, conformada por machetas zafreras grabadas con el retrato de Hilda Guerrero de Molina y diferentes escenas de la zafra. La coordinación del volumen estuvo a cargo de María Celia Bravo, doctora en Historia por la UNT, profesora titular de Historia Argentina en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNT e investigadora del Conicet. Participan los historiadores Leandro Lichtmajer, Florencia Gutiérrez, Lucía Santos Lepera e Ignacio Sánchez.