El Campamento del Gymnasium Universitario mantiene su esencia en tiempos de cambio

El campamento anual del Gymnasium de la Universidad Nacional de Tucumán volvió a realizarse este año con la participación de la totalidad de los estudiantes del colegio. Normalmente se realiza la primera semana de noviembre, pero este año, y por razones climáticas, la actividad se adelantó y se desarrolló del 21 al 28 de octubre en San Pedro, zona de Chulcas, en una finca cedida especialmente para la ocasión gracias al apoyo de la familia Moris. Allí, en un predio especialmente acondicionado, más de 600 personas entre alumnos, docentes y personal auxiliar compartieron una experiencia que ya lleva décadas de tradición.

Una experiencia conjunta que preserva su esencia

Gonzalo Daneri, profesor de Gira y Campamento, destacó que el campamento de 2024 implicó un desafío particular.

Actualmente el colegio cuenta con 513 alumnos, de los cuales 128 son mujeres. Este ha sido un campamento que contó con la participación de todos los estudiantes, algo que demandó bastante trabajo, porque hubo varias propuestas de dividirlo. “Sin embargo, entendimos que la historia del colegio nos señalaba que el campamento siempre fue conjunto y así debía seguir. Por eso trabajamos mucho para poder ir todos juntos nuevamente este año. Creemos que fue muy exitoso —con cosas para mejorar, por supuesto— y que esta actividad va a seguir siendo conjunta”, afirmó.

Pese a los cambios sociales y a la transición hacia un colegio mixto —que este año celebró la primera promoción de egresadas mujeres—, las actividades tradicionales como el Bautismo, el Juego del Zorro y la búsqueda del tesoro, entre otros, se mantuvieron, aunque adaptadas a los nuevos tiempos. “Son actividades claves, vertebrales del campamento, y se siguen haciendo, por supuesto. Pero todo va cambiando y mutando, como la sociedad misma; el campamento es un fiel reflejo de lo que ocurre en la sociedad en cada momento”, subrayó.

Primeros auxilios y prevención: cuidar de uno mismo y del otro

Otro de los ejes centrales del campamento es la preparación previa. Andrés Suárez, profesor de Giras y Excursionismo y responsable de la formación en primeros auxilios, explicó que el trabajo comienza mucho antes del viaje. Como instructor certificado por Aider-Aces (Asociación Internacional de Formación en Cuidados de Urgencia), Suárez desarrolla durante el año un curso centrado en la prevención: lavado de manos, cuidado del cuerpo, protección solar y hábitos de higiene en un entorno donde el acceso al agua no es inmediato.

“Este año establecimos un sistema de prevención temprana: ante los primeros síntomas de cualquier enfermedad infectocontagiosa, los chicos descendían, eran evaluados por un médico y, si recibían el alta, podían volver. De esta manera evitamos cualquier posibilidad de brotes en el campamento”, describió.

Además, los alumnos se entrenan en técnicas básicas: limpieza de heridas, RCP, uso del DEA (Desfibrilador Externo Automático) y procedimientos fundamentales para actuar ante emergencias.

Una particularidad histórica del Gymnasium es el sistema de tutorías, algo que Suárez también destacó. Los alumnos de quinto año funcionan como primera alerta y sostén emocional para los más chicos, quienes muchas veces pasan por primera vez varios días lejos de casa. Son los encargados de lograr que los más chicos participen, trabajen, estén activos y, sobre todo, que no estrañen tanto a sus familias.

“Para muchos de los más chicos es la primera vez que están tanto tiempo fuera de su casa, en un lugar que no les resulta del todo cómodo. El sistema de tutorías —docentes y alumnos— es clave para el acompañamiento, la contención y la detección temprana de cualquier problema”, señaló.

Sin tecnología y con otra energía

A todo esto se suma un cambio de hábitos que hoy resulta desafiante: pasar una semana sin celular. Surge lo que Suárez define como “soledad tecnológica”, es decir no saber qué hacer con el tiempo libre. “Justamente lo valioso del campamento es eso: encontrarse con el otro, el cuerpo a cuerpo, poder mirarse a los ojos, dialogar y no estar pendiente de una pantalla”, añadió.

Para la pedagoga del Gymnasium, Ana Di Lullo, el campamento es un “laboratorio experimental de lo humanista” que cobra aún más sentido en un contexto donde predomina la hiperconexión y el distanciamiento interpersonal. Desde hace años trabaja junto a docentes y estudiantes para fortalecer la dimensión pedagógica de esta experiencia centenaria.

En cuanto a la ausencia total de dispositivos móviles durante los siete días de campamento, Di Lullo, consideró que la mayoría de los estudiantes lo atraviesa sin dificultades y termina encontrando un ritmo distinto: “otra temporalidad, otra forma de comunicarse, otra energía”. Para los docentes, este “ecosistema propio del campamento” es lo que hace posible la convivencia de casi 600 personas sin replicar las tensiones y distracciones de la vida urbana.

“Esos cambios surgen de la creación de conciencia, no de una simple prohibición. No se trata de imponer algo ‘de arriba’ sin que los estudiantes comprendan por qué; de lo contrario sería insostenible. Vemos que los chicos descansan: descansan sus cabezas, sus cuerpos. Se entregan a otro tipo de actividades y vínculos. Y eso les hace bien”, evaluó.

Una experiencia humanista en tiempos de vínculos fragmentados

“La pregunta por lo humano está más vigente que nunca. El campamento crea condiciones únicas para aprender sobre la administración del recurso común, la solidaridad y el trabajo comunitario”, explicó. También destacó que la actividad retoma su sentido original como un ejercicio de gobierno estudiantil, donde los jóvenes deben tomar decisiones que afectan al conjunto y sostenerlas por convicción.

“Pensamos que la vigencia del campamento está hoy más fuerte que nunca, justamente por las condiciones adversas del entorno social, la proliferación y adicción a los dispositivos y a un tipo de vínculo que ha desplazado la proximidad de los cuerpos y de las personas. Este ejercicio de encuentro presencial es, para nosotros, la base sobre la que se pueden fundar comunidades”, evaluó.

Este proceso se enlaza con un trabajo anual: sexto año coordina, quinto asume tutorías, cuarto diseña actividades como la “Navidad anticipada” -la despedida de sexto año- y todos los cursos participan desde una perspectiva inclusiva. Cambios como la eliminación de aerosoles o sustancias tóxicas surgieron de la propia conciencia estudiantil. “No se trata de prohibir, sino de comprender por qué algo no es adecuado. Gobernar es asumir colectivamente lo que se decide”, concluyó Di Lullo.

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